LA RAZÓN POR LA QUE DE LOS AÑOS 80 SÓLO ME GUSTA LA MÚSICA

En los años 80, el «ideal de rehabilitación» estaba basado en modelos que hoy nos parecen obsoletos. Los programas estaban diseñados sin una base científica sólida y se aplicaban de forma casi experimental sobre las personas con adicciones. Se creía que la adicción era una falta de voluntad, aunque ya se decía que era una “enfermedad” parecía más un problema moral que podía solucionarse con disciplina y abstinencia total. No existía la individualización de tratamientos ni el respeto por los derechos de quienes sufrían una adicción.
Hace décadas, el consumo de drogas era un fenómeno casi invisible en la sociedad española. Antes de los años 70, el problema no estaba en la agenda pública. Bueno el alcohol –que quede claro desde el principio que, aunque legal es una droga de las más peligrosas- si era la sustancia de referencia y otras drogas apenas circulaban fuera de ciertos sectores muy específicos. Pero todo cambió con la aparición de la heroína. Lo que empezó como una moda entre ciertos grupos terminó convirtiéndose en una crisis social de proporciones devastadoras.
Esta falta de comprensión generó una enorme desconfianza en los programas tradicionales. Muchas personas fueron etiquetadas como «casos perdidos» y, en lugar de recibir ayuda efectiva, se encontraron con un sistema que no estaba preparado para atender sus necesidades reales. En respuesta, las comunidades terapéuticas privadas comenzaron a surgir como alternativa, promoviendo programas libres de drogas con estructuras muy estrictas, que muchas veces replicaban los mismos errores.
Fue necesario un giro radical en la comprensión de la adicción para que, poco a poco, las respuestas comenzaran a evolucionar. Con la llegada de los Programas de Reducción de Daños, la salud pública empezó a involucrarse y a reconocer que la adicción no era solo una cuestión de voluntad, sino una condición que requería un abordaje basado en evidencia científica.
Pero aquí estamos, en pleno siglo XXI, y seguimos arrastrando abordajes heredados de los 80. Si bien la comprensión ha mejorado, muchas respuestas institucionales siguen ancladas en modelos que no reflejan la realidad actual. El consumo de drogas se ha diversificado, ya no estamos solo ante la heroína: las adicciones han cambiado, aparecen nuevas sustancias y, con ellas, nuevas formas de dependencia. El mundo digital también ha abierto la puerta a adicciones conductuales que requieren otro tipo de intervenciones.
El problema es que seguimos aplicando recetas del pasado a problemas del presente. La mayoría de las estrategias actuales se centran en los grupos que ya están dentro del sistema, sin atender a las necesidades reales de quienes están fuera de él. Necesitamos nuevos enfoques que integren los conocimientos actuales, que pongan en el centro a la persona y no solo a la sustancia.
La clave está en dejar de ver la adicción con los ojos del pasado y empezar a atenderla desde el presente. La prevención debe adaptarse a la realidad de hoy, donde el consumo está normalizado y la percepción de riesgo ha disminuido. Hay que romper con el viejo estigma del «adicto» de los 80 y empezar a ver la adicción como lo que es: un problema complejo que requiere soluciones modernas, basadas en ciencia, respeto y comprensión.
Es momento de cambiar el enfoque y evolucionar en el abordaje de las adicciones. Porque seguir atrapados en el pasado solo nos impide dar respuestas reales a los desafíos del presente.
Bueno eso es sólo una parte de la historia, yo seguiré bailando música ochentera e intentando contribuir al cambio de los modelos de abordaje en adicciones. ¿Te sumas?